El origen histórico del tarot está rodeado de misterio y conjeturas. La adivinación se remonta a tiempos ancestrales, y el conocer el destino se practicaba en tiempos inmemoriales.
Mucho se ha hablado sobre los oráculos, la videncia, el espiritismo, la cartomancia, la quirología, etc; desde antes, incluso, del Imperio Romano y la Antigua Grecia.
No se conoce con certeza la procedencia del Tarot. Algunos datan su origen en la época egipcia; otros afirman que viene de Oriente, y otros determinan que fue en la Edad Media. En sus símbolos se han detectado influencias tan variadas como ritos griegos, el gnosticismo, el neoplatonismo, el hermetismo, los cataros, las antiguas filosofías árabes e indicas y la cábala judía.
Algunos expertos señalan que los Arcanos mayores provienen de un libro egipcio, ya que cada una de las láminas que lo compone lleva jeroglíficos. En el interior de la Gran Pirámide existe un pasillo que conduce por debajo, y entre las patas de la esfinge, hay un templo de iniciación. En este templo se encuentran representadas en sus paredes hasta 108 pósteres de las láminas del Tarot. De éstas, sólo conocemos 78; las treinta restantes conforman las tablas de Aeth.
Otros expertos señalan que hay mucha semejanza entre el Tarot y el antiguo ajedrez indio, y otros estudiosos afirman que fueron creados por cabalistas judíos en Fez, en el año 200.
No obstante, la mayoría de los expertos opinan que la introducción y difusión del Tarot por Europa y Occidente se debe a los zíngaros.
Han existido varios Tarots desde épocas muy remotas, pero hay una grandísima semejanza, por no mencionar la palabra equivalencia, entre todos ellos. Sin embargo, el Tarot que más aceptación tuvo fue el de Marsella, compuesto por 22 Arcanos Mayores y 56 Arcanos Menores.
El Tarot de Marsella presentaba personajes enteros y no desdoblados, la numeración aparecía en la parte superior en romano, y el nombre de la carta en francés en su parte inferior.
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